lunes, 5 de abril de 2010

Un paseo por el sur (parte IV)

Afortunadamente, el bus de línea salió rápido y no hubo que lamentar. La primera parada, Blowingrock, fue desechada por la cercanía con Lenoir. Jefferson, Independence, Troutdale, ninguna parada apagaba el miedo del hombre. La siguiente, Atkins, sería la suya, entre otras cosas porque su billete no daba para más.
En esta parte del mundo, en América del Norte, como supongo que sucede en otros muchos sitios, todo cambia en pocas horas. Es eso que llaman “vida” o, en otros ámbitos, “los caminos inescrutables del Señor”. Cuando uno cree que está seguro, de repente y por un gesto insignificante que hizo sin pensar en ello, se encuentra en un lio imposible de deshacer que le conduce de cabeza al fondo del pozo. Y es algo imprevisible, no hay manera de huir de ello. Se pone un pie en la calle, se cruza con una persona con la que comparte algunas palabras e incluso fluidos, y resulta que esa persona es la locura personificada que te destroza la vida, más aún si esa persona es la esposa de un juez sumido en el odio por los cuernos o dice la famosa y temible frase “ya le llamará mi abogado…”. Horatio no podía creer lo que le estaba pasando, él, un contribuyente honrado que siempre observó las leyes humanas y divinas, estaba buscado, nada más y nada menos, por violación. El sentimiento de desasosiego fue máximo al darse cuenta de que el país en el que vivía no era el país en el que creía que vivía. Los Estados Unidos de Norteamérica era un lugar donde la ley se ponía al servicio de los caprichos de una ninfomaníaca, donde los negros aún debían servidumbre a sus amos blancos si no querían una vida de delitos e inyección letal, y donde, lo peor de todo, en Virginia, las mujeres, no eran virginales ni vestían de época, qué decepción!!
Desde su cómoda y sencilla vida en Jacksonville todo parecía distinto, ordenado y coherente con el sentir de la bandera que habla de trabajo y orgullo, de obediencia a Dios y amor a la patria. En el camino, a pie de obra, las barras y estrellas significan “cuidado, no te conozco y estoy armado”, y lo mejor que se puede hacer es recurrir a los despreciados por la sociedad porque son los únicos que, por vivir alejados del materialismo, aún conservan algo de caridad en sus corazones.
Horatio supo el gran abismo que hay entre le teoría y práctica, que el orden teórico que se vende desde las instituciones por medio de la prensa y la televisión no tienen absolutamente nada que ver con el desorden real de las calles, que si necesitaba ayuda no debería acudir a ninguna iglesia de decentes amantes de la patria sino a cualquier esquina donde hubiera un borracho o una fulana. Lo que aprendió fue nuevo para él, pero no para la Historia. Jesucristo ya supo eso mucho antes que Horatio y, siendo hombre, ya acudió a los desvalidos y desheredados antes que a los fieles religiosos. Bien sabía Él que ésos no eran de fiar y que era mucho mejor tenerlos lo más lejos posible. Tan bien lo sabía que, de hecho, fueron ellos los que lo organizaron todo para matarle. Al caminante podría sucederle exactamente lo mismo si seguía creyendo que los rectos y decentes le ayudarían. Podría topar con algún militante de un grupo armado de los que se organizan en las iglesias bautistas que le llenara el pecho de plomo por ser un individuo peligroso para el modo de vida americano, y este tipo de muerte, ni es dulce ni salada ni nada. Así que, con este nuevo saber en su mente y siendo un gran amante de la integridad de su pecho, en Atkins, Horatio buscó personas fuera del orden establecido, que no sólo estaba convencido que le ayudarían ahora que estaba sin blanca de nuevo, sino que también podrían contarle historias trepidantes para su disfrute. Allí mismo, muy cerca de donde estaba, en la estación de buses donde se bajó, encontró a Harry H. Bell, indigente de manual (barba espesa desarreglada, macuto gigante al hombro y uñas negras como el petróleo) que vagaba de aquí para allá como polizón en buses y trenes.
_Buenas tardes! Soy Horatio Beetle. Podría hablar con usted?
_ No será uno de esos predicadores que buscan redimir almas perdidas?
_ No… …nada de eso… …creo que yo estoy más perdido que usted…
_ Eso téngalo por seguro, amigo, porque yo no estoy perdido, nunca he estado más hallado que ahora! Harry H. Bell, un placer!
_ Igualmente! Y la H.? No será de Horatio? Sería el primero que me encuentro con mi mismo nombre…
_ No! Harry, es de Harry.
_ Harry? Harry Harry Bell?
_ Eso es! El padre de mi padre se llamaba Harry. El padre de mi madre también… Harry Harry!
_ Original… Mire, me encantaría seguir charlando con usted antes de ir al grano pero no puedo… …la necesidad me apremia… Qué hace usted para conseguir comida?
_ Vaya…! Afeitado, limpio… …no parece un tipo de ésos… Comida dice… la cojo sin más…
_ Dónde?
_ Basura, amigo! Con la comida que hay en las basuras americanas se podría hacer de África un continente de obesos… Y no solamente eso… Yo, de la basura como, me visto y saco utensilios que me son de gran utilidad como camas, sillas, esta cuchara…
_ Podría cenar con usted hoy?
_ Por supuesto! Es más, le invito con honores de jefe de estado!
En poco menos de dos horas consiguieron reunir alimento para ellos dos, cortesía de un local de comida rápida cercano a la estación. Tan solo hubo que esperar a poco antes del cierre, que era cuando tiraban todo lo que los clientes habían dejado en sus bandejas. El menú fue variado, dentro de las posibilidades que ofrece este tipo de negocio, que coinciden con las posibilidades que ofrece la cocina americana_ qué suerte hubieran tenido los dos hombres de haber transcurrido esta historia en España!_, hamburguesas mordisqueadas, patatas, restos de ensalada, helados… No era lo más sano, pero cuando no hay dónde elegir, no se puede reprochar nada, así que esa noche llenaron el estómago, que era lo realmente importante.
Terminado el banquete gratis, el indigente Harry Harry sacó un saquito de cuero lleno de tabaco y lió un cigarro. Era un tipo con recursos. Recogía colillas del suelo y sacaba el poco tabaco que les quedaba. Luego, lo juntaba todo y lo picaba en un viejo molinillo de café que encontró en un contenedor de basura en Alburquerque para quitarle la sequedad. De esta manera podía fumar después de cada comida que hacía. Horatio también fumó y aunque no era fumador habitual_ un puro de vez en cuando_ aquel pitillo que Harry lió para él le supo a gloria bendita allí tumbado bajo un manto de estrellas, sintiéndose verdaderamente libre por primera vez en mucho tiempo, justo como ese cowboy de Marlboro que encendía el cigarro a lomos de su caballo y a los pies de un lago precioso y tranquilo en las montañas rocosas.
En poco tiempo al lado del indigente, Horatio aprendió más que en todos los días que llevaba caminando solo y pensó que era el tipo de hombre con el que merece la pena conversar y escuchar, así que inició la conversación.
_ Y cuál es tu historia, Harry?
_ Ufff…! Demasiado larga… pero yo no tengo prisa… Tú?
_ Ninguna!
_ Pues ahí va! Aunque parezca mentira, todo lo que te voy a decir es rigurosamente verdad. No creas que soy uno de esos “sintecho” que han perdido el juicio por estar solos… Mira, aquí donde me ves, soy un mago de las finanzas. Primero de mi promoción en Harvard, no me faltaron empresas en las que trabajar una vez me hube doctorado. Grande millonarios me invitaban a cenar y me sentaban a sus mesas con sus familias. Es una práctica habitual. Quieren saber de primera mano qué clase hombre eres. No quieren muchachos sanos y educados, con vocación o principios morales. Quieren hienas!! Muestras tu ambición desmedida, tu ausencia de moralidad y tu predisposición para la agresividad y los puestos de ayudante de dirección te llueven torrencialmente!!. Elegí un banco. Está bien ser el director de una multinacional de mil millones de dólares, pero si eres el director del banco que la financia serás el jefe del jefe. Subí como la espuma. El primer año, dupliqué los beneficios anuales. El segundo, los tripliqué. El tercero ya formaba parte del consejo de administración y era rico. Pasé a mover dinero de grandes inversores. Ya te digo que era un mago!! Me daban diez millones y devolvía quince en un año!! Me convertí en el hombre al que todos querían tener cerca, el rey Midas de la banca americana. Créeme o no, pero yo he desayunado caviar durante años, he vivido años en la suite presidencial del Waldorf Astoria de Nueva York, he conducido Ferraris y Rolls, he tenido un avión a mi disposición, me he acostado con las mejores mujeres que puedas imaginar, he vestido los trajes más caros, me he bañado en champán francés, he parado una Super Bowl porque tenía que ir a mear… …todo a base de destrozar familias… Y los inversores querían más y más, y para satisfacerles no vale con ser un hijo de puta sin escrúpulos, has de ser un hijo de puta sin escrúpulos sanguinario. Amigo Horatio, los jeques árabes no tienen límites. Te puedo decir que ellos son los dueños de este país porque tipos como yo y políticos como los que tenemos lo hemos posibilitado. Tuve que traspasar la frontera y meter los pies de lleno en el lodo más asqueroso y oscuro: armas, droga, tráfico de personas, petróleo… Todo, escúchame bien, todo sucede por algo, y ese algo es dinero para los ricos. Yo organicé ventas de armas a grupos terroristas anticomunistas, medié en la sombra para promover guerras para nuestro gobierno y sus amigos, promoví golpes de estado en Sudamérica… Tú sabes, supongo, que estados Unidos no puede sobrevivir sin mantener al menos una guerra activa…
_ Y eso cómo puede ser?
_ Arabia Saudí y los judíos controlan los bancos, que a su vez, financian a la industria armamentística americana, que a su vez, hace donativos para llevar a este o al otro a la casa blanca para que haga una guerra donde sea y ellos puedan tener beneficios con los que devolver el dinero con intereses a los bancos. Sin guerra, no hay beneficios y sin éstos, no hay devolución y sin ésta, no hay intereses… Si los bancos no ganan dinero, sus dueños retirarán sus activos en los demás sectores productivos y hundirán esta país…
_ Joder!! Has dicho algo de tráfico de personas…?
_ Ah si…! Simplemente dinero, más dinero… Verás, la inmigración es mano de obra barata, esclavos… o pensabas que hoy en día eso ya no existía?? Todo el mundo conoce los movimientos migratorios desde el sur de América hacia el norte, pero nadie conoce los movimientos que hay desde el norte de África, del Magreb, hacia Oriente Próximo y Medio. Las refinerías requieren esclavos para que los árabes y unos cuantos americanos ganen dinero. Esos “éxodos” se regulan y se negocian.
_ Vamos, que se pagan…
_ Tú lo has dicho… hay que pagar al gobierno “donante” y todo se organiza desde nuestros rascacielos… Eres de los que creen que el norte es mejor que el sur? No lo hagas porque eso es mentira. No es mejor ni peor, simplemente es igual. Aquí un paleto te puede pegar un tiro en la cabeza con su escopeta de cañones recortados. Allí, un paleto con traje y corbata te puede matar de hambre si no pagas…
_ Me estás asustando…
_ Lo imagino… pero sigo con mi historia. Todo aquello me empezó a afectar. Casi no dormía, tenía unas pesadillas horribles y estaba perdiendo a mi propia familia. Decidí abandonar, dejarlo, salir del negocio. La respuesta fue una bala en la cabeza de mi esposa, una bala en la cabeza de mi hija mayor Laura y una soga al cuello de mi hija menor Rose…
_ Dios santo!! Quién? Por qué?
_ Ya he respondido a esas preguntas…
_ Y cómo lograste escapar??
_ Un abogado me ayudó a fingir mi propia muerte a cambio de que le dejara en testamento mi fortuna. Intenté volarme la tapa de los sesos un par de veces, pero no tuve valor y accedí al trato. Puedes decir que estás hablando con un muerto oficial.
_ Y me cuentas esto a mí que me acabas de conocer?? No temes que alguien descubra el engaño?
_ Se lo he contado a medio estado y nadie me cree… Tú, de hacerlo, serías el primero…
Harry aún tuvo un último gesto hacia Horatio prestándole una cama vieja que escondía bajo un arbusto. Era cómoda, al menos mucho más que el suelo, pero no pudo pegar ojo. No sé si le creyó o no y si esto fue la causa del desvelo, epro lo que sí sé es que Horatio mantuvo una actividad cerebral fuera de lo habitual que mantuvo sus párpados por encima de sus ojos hasta el amanecer. Todo lo que Harry dijo era sorprendente, pero no dejaba de tener algo de sentido. Una cosa estaba clara (y lo sigue estando) y era nadie amasa fortunas ingentes sin pisar el terreno de lo ilegal y que ese hombre bien podría haber hecho lo que dijo que hizo porque hay legiones de lacayos dispuestos a matar por un puñado de dólares, o por muchos puñados. Seguramente el indigente hubiera mentido, no en lo que dijo, que puede que ese tipo de prácticas sea una realidad espantosa, sino en que fuera él mismo el que llevara a cabo esas prácticas. Era un hombre solitario y pobre que buscaba algo de protagonismo y de ahí que soltara por la boca todo lo que soltó. Pero, y si era verdad? Y si estuvo hablando con la mano ejecutora de los desmanes ambiciosos de un ricachón americano y sus amigos saudíes? Y si, efectivamente, los americanos de a pie, no eran más que marionetas en manos de cuatro señores que los usaban para engordar sus ya gordas cuentas bancarias? Había cierto sentido en todo aquello. Venía a explicar lo que muchos americanos se preguntan de por qué se tiene tanta manga ancha con los judíos y el por qué no refinan el petróleo los trabajadores americanos de las empresas que lo explotan, a muchos padres de familia les vendría muy bien un empleo así aunque fuera a quince mil millas… Era un comecocos.
Cansado de dar vueltas y vueltas sobre el mismo tema y de estar tumbado en el catre, se levantó y repuso la cama en su lugar. Buscó por los alrededores a su nuevo amigo. No le encontró, de hecho, no le volvería a ver nunca más. En cambio, encontró una bicicleta en buen estado. Quizá fuera otro regalo de Harry, quizá fuera propiedad de un niño del lugar que, confiado, la hubiera dejado allí la tarde anterior, quizá Dios Padre se la hubiera mandado como mandó el maná a los judíos a la salido de Egipto… Sopesó todas las posibilidades antes de cogerla y todas le agradaban porque todas justificaban el usarla. Y cuando digo todas, digo todas, incluso la del niño, porque sí, era un hurto, pero seguro que el niño, de haber sido esta la posibilidad, era el hijo de algún vecino que le hubiera negado la ayuda en el caso de habérsela solicitado, así que, que se jodiera si no encontraba su bicicleta. Además, hurtar a un insolidario es menos delito, al menos eso fue lo que pensó Horatio.

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