lunes, 26 de abril de 2010

El proyecto B

Casa Blanca, Washington D.C.
_ Secretarios de estado, consejeros míos, amigos… _ dice el presidente desde su sillón presidencial en el despacho oval _ Tengo a la clase empresarial subida a mis espaldas exigiéndome medidas que “estimulen” sus negocios… …más ventas, más ayudas políticas, más producción… …siempre quieren más, todos queremos siempre más! No debemos olvidar que ellos nos pusieron aquí, que ellos pagaron nuestro triunfo… Así que, justo es que hagamos aquello que esperan de nosotros, porque si a los empresarios les va bien, a la gente le irá bien, al país le irá bien. Tengo los oídos bien abiertos. Os escucho. Hablad!
Todos los asistentes a la reunión agachan sus cabezas y hunden sus narices en manojos de papeles manoseados y escritos por las dos caras. Leen, releen, pasan hojas con ansiedad. Su presidente, El Presidente ha expresado un deseo, una necesidad y esas personas estrujan sus cerebros de Yale para satisfacerle como enanos en alguna corte europea de la Edad Media. Ése es su fin, su meta, su objetivo final para el que se han estado preparando largos años de estudios. “Es agradable servir al emperador” piensan con una sonrisa en la boca.
Un joven sentado en la tercera fila de sillas, enfundado en un traje caro, elegante pero dejando ver su desparpajo juvenil en el primer botón de su camisa desabrochado, se levanta y pide la palabra.
_ Señor presidente, Ross Bolton, de la oficina del director para asuntos internos federales.
_ Dígame, hijo, qué tiene esa oficina para mi? _ pregunta el presidente con desconfianza.
_ Señor, Comandante, hace meses que desarrollamos un plan, un proyecto, en colaboración con el consorcio de transportes y las oficinas de relaciones públicas de nuestros municipios. Es un proyecto ambicioso que requerirá fondos…
_Hijo, hijo… No ha empezado a hablar y ya me está pidiendo dinero? _ comenta el Comandante arrancando una sonrisa a los más veteranos de la sala.
_ Señor, disculpe, señor! La gente. El contribuyente, el ciudadano es nuestro objetivo. En ajedrez, delante de las autoridades, del rey, están los peones, peones a los que se maneja y se sacrifica según las necesidades de su señor y siempre al amparo del triunfo, del bien de la corte. Nuestro proyecto se basa en convertir a los ciudadanos en peones de la corte. Es por el bien de la nación, así que lo entenderán.
_ Pero no se calle!! Continúe por favor!
_ Verá, señor, el ocio sabemos que genera beneficios a algunos de nuestros amigos, pero es una realidad que también hace disminuir la capacidad de producción del trabajador porque ese ocio está ligado al despreciable alcohol. Hemos de, no eliminar el ocio, sino generar otro tipo de ocio más adecuado para nuestra gente. Pensamos en la oficina que el nuevo ocio deberá ser el descanso en silencio: qué mejor cosa que llegar a casa después de un duro día de trabajo y estirar las piernas en el hogar viendo el partido del lunes noche!! Se impone la necesidad de extender el amor por el silencio y no hay manera mejor de generar amor desde el odio a su opuesto. Tendremos que aumentar los decibelios en las ciudades y en los entornos del trabajo hasta límites agobiantes, desquiciantes, para que cada trabajador valore lo bueno que es el silencio, el descanso que supone.
Una vez conseguido esto, se tenderá a buscar lugares de residencia silenciosos, lugares que nosotros proporcionaremos, claro está. Zonas residenciales silenciosas donde los niños jueguen en paz en sus jardines delanteros, lejos del bullicio urbano. Para apuntalar la nueva decisión de nuestras gentes de mudarse, se fomentará la delincuencia en las grandes urbes. No, no se asusten, es un mal menor, créanme. La cuidad será para los negros e hispanos y sus bandas armadas de jóvenes criminales. Los blancos vivirán al margen de todos ellos, lejos de ellos. No duden en que todos terminarán por mudarse.
_ Y por qué tanto empeño en desplazar a nuestros blancos? _ pregunta un señor viejo sentado al lado del presidente, un tipo al que nadie conoce muy bien y que nadie sabe a qué se dedica realmente.
_ Ya lo he dicho. Las zonas residenciales estarán lejos, muy lejos de los centros de trabajo ubicados en la cuidad, obligando a los trabajadores a desplazarse. El desplazamiento será el caldo de cultivo óptimo para nuestro propósito. Nos esforzaremos en construir autopistas que unan los hogares con la cuidad, autopistas de calidad, amplias. Igualmente tendremos que ofertar un deficiente transporte público, y caro. Haremos del coche una necesidad primaria, con lo que, dicho sea de paso, estaremos ayudando al mercado automovilístico. Sí, no me miren así, hay un truco… Las autopistas, aunque amplias y buenas, no serán nunca suficientes para tragar millones y millones de coches diariamente. Inevitablemente, habrá atascos, embotellamientos, tapones, llámenlos como quieran. Se llamen como se llamen, nos darán los peones que necesitamos.
_ Explíqueme cómo?
_ Evitando que se comuniquen entre ellos fuera del trabajo. La comunicación entre iguales es peligrosa, muy peligrosa diría yo. Cuando lo hacen, cuando hablan, terminan cogiendo confianza y cuando hay confianza se atreven a criticar aquello que detestan o aquello que les oprime, pudiendo encontrar opiniones similares y dando pie a colectivos díscolos. Si no tienen confianza los unos en los otros, cuando hablan, lo hacen del tiempo o del partido de hockey de la noche anterior, de temas inocuos. Con el proyecto de mi oficina, garantizamos que la comunicación íntima terminará porque no tendrán contacto suficiente como para entablar relaciones de amistad: viven en casas unifamiliares; en el trabajo, trabajan; y entre la casa y el trabajo, atascos donde viajan solos en sus coches, dos horas mínimo al día, ida y vuelta… Los que opten por el transporte colectivo caerán antes en la red, simplemente porque estarán más tiempo en el desplazamiento: unos se dormirán, otros escucharán música, algunos, los menos, leerán algo, si es algún periódico mejor, que lean lo que nosotros queremos que lean… En fin, que no habrá escapatoria para nadie decente y con poder adquisitivo. Por cierto, muy importante es gastar algo de dinero en potenciar el desarrollo de nuevas tecnologías que aíslen más que los que tenemos actualmente, equipos diminutos pero potentes de música, computadoras portátiles, quizá unos teléfonos que se puedan llevar en los bolsillos y que estén al alcance de todos… no sé, cualquier cosa que les permita hablar con conocidos lejanos pero que les impida comunicarse con los de su alrededor.
_ Nos está usted diciendo que un simple atasco ayudará a nuestro desarrollo? _ pregunta el presidente entre asombrado y dubitativo.
_ Exactamente! Atascos monumentales que aíslen y fomenten la docilidad de las personas. Retrasos salvajes en los trenes que desesperen a los muertos y que hagan desaparecer cualquier resquicio de humanidad y sensibilidad.
_ Pero no siempre habrá atascos, digo yo… _ Indica hábilmente el viejo de la derecha.
_ Se provocarán. Averías, obras públicas, fallos informáticos, cosas que todo el mundo ve como posibles, inevitables, imprevisibles. Uno viaja en carretera y ve un camión averiado en medio de la calzada y piensa “vaya, siempre se rompen en los peores sitios…”, pero nunca se pregunta por qué; con las obras, todos suponen que se hacen para mejorar algo o para arreglar algo, pero nadie se interesa en qué se va a mejorar o qué está roto; y los fallos informáticos, qué decir de ellos!! Una mañana cualquiera, sin saber cómo o por qué, las computadoras se apagan y, aunque hemos vivido cientos de años sin ellos, el pueblo va aceptando que dependemos de ellos.
_ Me preocupa que se den cuenta… _ interviene el secretario para asuntos sociales.
_ No lo harán. Otorgaremos muchísima importancia a cosas absurdas para que se distraigan con ellas pensando que se interesan por lo que realmente importa. Deportes, inmigración, la abeja asesina africana que ataca el sur de Florida, temas así… La televisión juega a nuestro favor en esto.
_ Y su oficina cree en la eficiencia total y absoluta del su proyecto?
_ Por supuesto!! El tráfico es nuestra más potente arma, será el medio de desarrollo del mercado que hace posible que el gran sueño americano.
_ Bien, joven _ de nuevo el viejo de la derecha que, curiosamente, está a la derecha de la derecha_ ha solucionado usted el problema de la producción. Ahora los hombres producen y descansan para producir, producen y descansan para producir… Contésteme, cuando compran? Consumo!!
_ Dios mío, señores…! Ya son peones!! Comprarán cuando nosotros les digamos que compren… es decir, siempre. Piénsenlo, qué harán con sus salarios personas aisladas y aburridas? Gastar! Comprar tonterías, cualquier cosa absurda e innecesaria que satisfaga por un momento sus egos maltrechos. Nosotros ayudaremos, claro… En las zonas residenciales no podrá faltar un gran centro comercial, o dos, que tengan de todo, alimentos, ropa, cines, restaurantes, juegos, de todo… Dónde creen ustedes que irán los sábados en la mañana?
Todo esto sin dejar de lado la tan rentable política del miedo que, con nuestro proyecto B, saldrá reforzada: negros, hispanos, comunistas, terroristas… todos ellos queriendo desestabilizar la armoniosa y silenciosa vida de nuestros americanos de bien.
Señores, no le den más vueltas, no hay que buscar fórmulas complejas o abarrotar el sistema de burócratas tejiendo una tela de araña imposible de deshacer… Un atasco alienante hace más que los cuatro mejores economistas de Manhattan pensando en un plan de desarrollo de la producción. Un simple atasco de unos cuantas millas, cada día, en soledad, hacen que el hombre sienta su pequeñez frente al mundo que le rodea, le hace sentir impotente, incapaz, ignorante… …hunde su autoestima hasta el punto de convertirlo en un peón, en un chimpancé, autoestima que, de vez en cuando, le subiremos a golpe de patriotismo para que dos o tres veces al año se sientan orgullosos de pertenecer a esta gran nación. Después de esto, vuelta a la rutina, al atasco, al retraso del tren, a la soledad, a la conversación del tiempo…
El proyecto Bussines funciona. Mi oficina les pone el mundo en las manos por un pellizco en los presupuestos y aún están dudando?? Dudó Mr. Roosvelt al enviar a miles de nuestros muchachos a esas playas francesas? Dudó Mr. Nixon en limpiar nuestra sociedad de rojos subversivos? No dude usted, señor, sea nuestro Comandante en Jefe y potencie nuestro sistema hasta llevarnos de la mano a ser el mayor imperio que jamás haya visto la Tierra, a un imperio que dure mil años… No dude y la historia recordará al Presidente Ronald Reagan como el mejor y más patriota americano!!
_ Me gusta cómo suena eso, hijo… _dice el presidente_ querrá usted dirigir el proyecto desde la secretaría de estado, junto al fiel Alex Haig?
_ Por supuesto, señor!! Es un honor servir a la Patria!.

lunes, 19 de abril de 2010

Pensamientos al aire

No hay nada más indignante que tener que aceptar la mediocridad como medio de sociabilidad. No hay nada más humillante, nada más decadente, nada más absurdo.

En el fútbol, quién más patadas da es quién más se queja cuando recibe una. Observando las reacciones de las personas frente a las acciones que vive, se descubre su verdadera naturaleza.

En el mundo existen muchos mundos. El tamaño de tu mundo es directamente proporcional a tu sabiduría. La globalización, según dicen, hace el mundo pequeño.

El hombre occidental se escandaliza de la poligamia del hombre oriental, pero la practica igualmente gracias al invento de la amante. La hipocresía es una cualidad fundamental para ser un "animal social aceptado".

El poderoso San Edrín tuvo miedo del hijo de un carpintero montado a lomos de un burro. Incluso el imperio romano tuvo miedo... Me pregunto por qué la sencillez causa tanto temor en los poderosos. ¿Quizá porque descubre las complejas mentiras que los mantienen?

Hay un dicho que dice "el que da primero, da dos veces" y, basados en él, hay quién muerde primero, aún sin venir a cuento, para tener siempre ventaja. Yo les llamo débiles. Otros prefieren llamarlos políticos.

El que usa, antes que su adversario, un cierto insulto, queda como protegido contra ese insulto. El insultado, para no pecar de pueril, no podrá usar ese insulto de vuelta contra el insultador. Es por lo que los fascistas llaman fascistas a todos los demás.

El fascista es un camaleón. Se adapta a todo, absorbe todo, todo lo hace suyo, incluso la democracia, para que sirva a su propósito personal.


Los que más defienden los derechos de los ciudadanos son lo que más se oponen a ciertos derechos humanos. Para el contribuyente y consumidor, todo. Para la persona, nada.

En la era de la información audio-visual, hay quién se afana por relacionar conceptos horribles con imágenes pasadas, para que, en ausencia de éstas, no nos demos cuenta de que vivimos en dichos conceptos. Es por lo que hoy no hay grilletes en ciertos trabajos... Ni en los gimnasios.


El gran triunfo de internet no reside en la amplitud que ofrece, sino en la posibilidad que da al usuario de ser quien no es realidad. La gente prefiere esforzarse en crear un "alter ego" virtual que en esforzarse en cambiar aquello que no les gusta de su ego real. Hay algo más cobarde??

Los programas de televisión que nadie ve son los que más audiencia tienen, según los medios. Si tienes la necesidad de mentir sobre tus gustos o hábitos es que tienes un gran problema.

La autoestima de la población es el objetivo primordial de las multinacionales y es inversamente proporcional a los beneficios de éstas.

La máxima "el que calla, otorga" es algo que inventó algún tirano para justificar sus propios abusos. De ahí que lo utilicen siempre los poderosos para con los débiles, pero hay silencios que son la peor de las condenas.

La educación pública es fundamental para los políticos: para unos es mejorar la sociedad y su futuro; para otros, asegurar la continuidad de su descendencia, educada privadamente, a los mandos de la nave.

El hombre siempre persigue a otros hombres: a los triunfadores para ser partícipe del éxito ajeno; al derrotado, para culparle de la miseria propia. Tanto si eres triunfador como si eres derrotado, si no tienes la cabeza bien amueblada, es igual, estás jodido!

Nos fijamos en los "ídolos" occidentales y queremos perecernos en todo a ellos. A ese ritmo, el día de mañana, tendrá que operarnos del corazón una top model o un cantante.

Los ricos temen, más que nada en este mundo, el perder su dinero. Lo temen tanto que incluso, a veces, dan su cabeza antes que su fortuna. Pobre Luis XVI...!

En el infierno hay muchos bancos, habida cuenta de que está lleno de banqueros.

La iglesia católica, apostólica y romana es la institución religiosa más estricta y radical de la Tierra. Ni siquiera permiten a su dios vivo bajarse de la cruz.

Es absurdo rogarle y pedirle a la Virgen aquello que, de concederse, sólo podría hacer Jesucristo. Cuando estoy enfermo, acudo al médico, no a la madre del médico.

La gran carga del hombre occidental es tener que pensar y se aferra a cualquier corriente que los "libere" de tanto peso. Por eso ha cuajado tanto el neoliberalismo en esta sociedad: consumir quita tal carga.

El hombre es capaz de creer lo increíble y de no creer lo evidente con tal de no hacer frente a sus propias responsabilidades y poder evadirse de su realidad. Son muchos los que rezan a un trozo de madera.

lunes, 12 de abril de 2010

Un paseo por el sur (parte V)

La ruta en bicicleta es mucho mejor. Paseando, sin dar muchos pedales salvo si el camino se empina, se avanza el doble que andando y si te cansas, puedes dejar de mover las piernas y sigues avanzando. Horatio pensó que bien podría haber hurtado una de esas muchos antes, en Magnolia por ejemplo. La de cansancio que se hubiera ahorrado. Pero lo hecho y vivido, hecho y vivido está y no hay que darle más vueltas. Solamente importaba el ahora, el presente con su máquina a pleno rendimiento. Ya no tendría que parar y entrar en el siguiente pueblo que encontrara sino que podría elegir dónde se paraba. Todo dependía del nombre del lugar, de si le gustaba o no, o si le daba buenas sensaciones o no. Saltville, no, que suena a salado y con la sed que tenía solo el hecho de pensar en sal le ponía de los nervios; Honaker, tampoco porque no y punto. Bueno, si acaso de noche, cuando nadie le viera, para buscar algo de comer y beber; War, ni loco. Dios mio, cómo puede llamarse un pueblo War…!; Gary, no, no, nada, ahí no entró. Le recordó a Gary Cooper, al que siempre tuvo mucha manía, quizá porque su esposa estaba locamente enamorada de él cuando eran novios y Horatio tenía celos; Pocahontas, en el que entró para aprovisionarse. Pensó si el pueblo se llamaría así por la muchacha de la leyenda. Tal vez no, quién sabe. Quizá la zona fuera la que se llamaba así de antes y el cuento popular nombrara a la india porque se producieran allí los hechos. Tampoco es que le importara mucho , era mera curiosidad. De haberle importado, supongo yo que habría preguntado a algún habitante para salir de dudas, pero no lo hizo. Buscó en sus basuras y siguió su camino con su bicicleta. Ahora que sabía dónde conseguir alimento gracias a Harry y que tenía medio de transporte gratis, no necesitaba a nadie, excepto para charlar y escuchar relatos; Oakvale, aquí tampoco, mucho mejor el siguiente, Peterstown, que vio en un cartel; Peterstown, ahí, le gustó el nombre, la ciudad de Peter. Se preguntó si existiría el tal Peter y si sería el dueño de todo aquello. En tal caso, no querría conocerle porque, de existir, seguro que se enojaría al ver a Horatio hurgar en su basura y exigiría algún tipo de canon a cambio. Los señores y dueños de las cosas grandes, mejor tenerlos siempre lejos porque suelen ser prepotentes y engreídos y tienden a pensar que como ya son propietarios de algo bueno también los son de todo cuanto les rodea, incluidas las personas, y es inevitable tener un conflicto con ellos. Esto ya lo sabía bien Horatio, que ya tuvo que sufrir a su jefe durante años, que pensaba que como le pagaba un sueldo, su empleado estaba allí para lo que él le pidiera, algo que Horatio nunca aceptó y le llevó a tener más de un altercado verbal con la dirección. Suerte que la mayoría de las veces, sus compañeros estuvieron a su lado y pudieron hacer fuerza juntos, aunque fuera bajo la amenaza constante de ser tildados de comunistas. La dirección nunca lo hizo, llamarles comunistas digo. De haberlo hecho, Horatio hubiera tenido que salir del estado. Pero bueno, en Petrestown no hablaría con Peter y con eso todo arreglado. También buscaría en las basuras de noche porque tan temible podía ser Peter como cualquiera de sus lacayos, ya que donde hay señores, siempre hay siervos y éstos son peores que sus amos en su afán por agradarlos y con la esperanza de heredar en algún momento el puesto deseado de lugarteniente.
Horatio y su bicicleta entraron por la calle principal de Peterstown. La gente le miraba. Él, tranquilo y contento, se sentó en un banco a descansar un poco, ajeno a todo cuanto estaba a su alrededor. Miró al cielo, respiró aire fresco y sonrió. Lo tenía todo. Un coche se paró delante de él, un coche patrulla. Un agente gordo se bajó, se acercó al hombre. Sacó un papel del bolsillo y preguntó “Horatio Beetle?” El hombre, sorprendido y asustado, respondió afirmativamente. “Queda usted detenido por el asalto a la sucursal bancaria de Oakvale. Tiene derecho a permanecer en silencio, todo lo que diga puede ser utilizado en su contra. Tiene derecho a un abogado…”
La celda era pequeña. Estaba limpia y era luminosa para ser una celda, pero era fría y eso hacía que se estuviera allí dentro peor de lo que se supone. Unos cuantos días fuera de casa y ya acumulaba dos delitos. Qué podría haber pasado? Cómo se relaciona a un hombre en bicicleta con un atraco a un banco rural? El hecho de que la policía de Peterstown tuviera en su poder un papel escrito con recortes de periódicos en el que se podía leer “Soy Horatio Beetle y esta es mi bici… vacíe la caja en mi bolsa” simplificaba mucho las cosas. Al parecer, un sujeto entró en la sucursal, entregó el papel al cajero, vació la caja y se marchó dejando allí la nota. Pero era imposible! Horatio no llegó a entrar en Oakvale salvo de noche, cuando todo estaba cerrado.
_Agente, agente!! Ha habido un error…! Yo soy un ciudadano decente…!
_ Sí, sí, un error… Todos decís lo mismo cuando estáis aquí…
Al no tener abogado_ una temeridad en los Estados Unidos_ y estar, curiosamente, ausentes todos los de oficio, la policía dio por buena la opción de que el supuesto atracador se defendería a sí mismo, por lo que iba siendo informado puntualmente de todos y cada uno de los detalles de la investigación. Horatio pudo saber que usó un revolver que nunca llegó a sacar de su cinturón, que se llevó unos doce mil trescientos dólares entre billetes y calderilla y que, de todos los que estaban en la sucursal, tan solo una anciana, dio una descripción del delincuente. La abuela, suponiendo que fuera abuela lo que es más que probable siendo una anciana, vio a un tipo alto, moreno, con barba espesa y desarreglada y una uñas muy sucias… Qué hijo de puta!! Harry H. Bell!!! Ese malnacido utilizó al bueno de Horatio Beetle y era casi seguro que llevaba tiempo practicando lo mismo con otros incautos que hubieran tenido la mala fortuna de cruzarse en su camino.
_ Agente!! Agente Dole!! Han de buscar a Harry H. Bell! Harry Harry Bell! Ha sido él! Él robó ese banco y me incriminó a mí! Él responde a la descripción de la anciana…!!
A la velocidad del rayo para un poli del sur, esto es, como un anciano artrítico que anda con muletas, el agente Dole buscó en las archivos el nombre. Tommy Dole era un buen hombre, no era uno de esos policías que juegan a ser dios y para los cuales todos son delincuentes hasta que se demuestre lo contrario. Algo en su interior le decía que el hombre que ocupaba la única celda de Peterstown era inocente, al menos de aquel atraco, así que se esmeró algo más de lo habitual en sus pesquisas sobre el tal Harry. Levantó el teléfono_ arduo trabajo_ y realizó algunas llamadas. Al cabo de dos días y después de recibir un par de faxes, el agente Dole paró de buscar. “Eh.. Horatio!!”, le dijo, “tu Harry H. Bell está muerto! Falleció hace doce años en Illinois!” Horatio escuchó esas palabras como si estuviera escuchando su sentencia de muerte, peor aún, como si estuviera escuchando su sentencia a diez años en Folsom donde se convertiría en la gatita cachonda de un vicioso tatuado y salvaje. Aquel cabrón no había mentido o sí había mentido usando el nombre de un muerto real para no ser reconocido nunca. De una manera o de otra, había metido a Horatio en un lío tremendo, de esos que no se deshacen con pedir disculpas o pagar una multa.
Pasaron quince días. Encarcelado, humillado, pero con cama y tres comidas al día a costa del tío Sam. El agente Dole acudía todos los días a charlar con él. Le contó muchas cosas sobre él y sobre los habitantes de Peterstown, dejando muy claro que el tal Peter, el dueño de la ciudad, no existía, como era normal. Eran curiosidades muy interesantes pero no lo suficiente como para que el hombre en la celda se olvidara de su amiguito vicioso, tatuado y salvaje de Folsom. Por las noches rezaba para que Dios obrara un milagro y le sacara de allí o para que, en el peor de los casos y si era su Voluntad que ingresara en prisión, el vicioso tatuado y salvaje no fuera como el joven Leroy, ni en proporciones ni en aguante.
Una de las noches de aquellas quince, se levantó un viento poco habitual en la zona. Hizo que cayeran un par de farolas, mal instaladas, por supuesto, por su carácter público, y que alguna cerca de un jardín desapareciera. Pero esto es lo de menos, el caso es que ese viento subió y subió llevando hasta las mismitas orejitas de Dios la plegaria del detenido. Como es lógico, no estoy nada seguro de que fuera así, pero tuvo que ocurrir algo parecido, porque, un día cualquiera, sin que nadie le llamara, se presentó en la comisaría de Peterstown el señor X.
Traje negro, Ray Ban de espejo y una mandíbula que bien podría haber dibujado Stan Lee, ése era el señor X. Dijo que venía de un departamento dependiente directamente de la CIA, que alguien había hecho algunas llamadas pronunciando el nombre de Harry H. Bell y que, en algún lugar secreto del país, en un panel lleno de lucecitas, se había encendido un piloto rojo. Sin ponerse nervioso, echó al agente Dole de su comisaría quedándose a solas con el supuesto atracador. Agarró un silla, se sentó delante de él pero fuera de la celda, claro, sacó una libreta y un bolígrafo y dijo “hablemos”. Horatio respondió con todo lujo de detalles las preguntas que el señor X iba formulando, a los enviados de Dios, porque eso era lo que Horatio creía, había que tratarles con el mejor talante, aunque el dios que enviaba a ese X, más que un dios, era un demonio, habida cuenta de que, si estaba allí era porque todo lo que Harry dijo fue verdad y que era probable que hubiera sido él, ese tal X, el brazo ejecutor de la orden de acabar con la vida de la esposa y de las hijas. Fuera como fuese, el de dentro de la celda no entró a juzgarle y se agarró a él como a un clavo ardiendo. Tres horas más tarde, el señor X tenía tres hojas de su libreta llenas de datos y un retrato robot del aspecto que podría tener en esos momentos el maldito Harry. De no haber sido sicario de la CIA, el señor X bien podría haberse dedicado al arte porque el retrato era realmente bueno.
“Hay que esperar”, le decía todos los días el agente Dole a Horatio desde que el hombre de negro saliera de la comisaría. Se contaban ya cinco días desde aquello y no había nada nuevo que celebrar o que lamentar. Un tiempo después, llegó la citación para el juicio. Era la primera vez en la historia de la justicia americana que se celebraría un juicio rápido. Dios da y Dios quita… …a veces quita más de lo que da, porque el juez que presidía la sala era el honorable juez Rossmond. Dois santo!! El marido cornudo!! Pero no podía ser… estaba en West Virginia y el cornudo marido de la loca ninfómana sólo tenía jurisdicción en Carolina… Por suerte, aquí Dios volvió a dar y el juez Rossmond de West Virginia era un hermano del juez Rossmond de Carolina, lo que no quita para que supiera lo de la violación de la esposa de su hermano, pero ya que Dios dio, dio al completo, y no lo sabía, o sí lo sabía pero le daba igual porque sabía que su cuñada era una enferma a la que él mismo se cepilló, repetidas veces en el cuarto de la limpieza, una noche en la que celebraban una cena en honor del hijo del Rossmond de Carolina porque se había doctorado en Leyes.
Sabiéndolo o no, Austin Rossmond no dejaba de ser un juez delante de un atracador casi confeso y eso le convertía en igualmente temible. Desde el principio estaba dispuesto a enchironarle. Todo apuntaba a que Horatio Beetle fue el autor y lo único a su favor, el testimonio de la anciana, fue desechado, no por maldad del jurado, sino porque la abuela, que seguimos sin saber si era realmente abuela, gastaba gafas de culo de botella y no pudo ver con claridad nada durante el atraco en el banco y tampoco pudo ver nada en la sala de la corte donde chocó, dos veces, con el estrado.
Un hombrecillo gris del jurado se levantó y entregó un papel doblado por la mitad al juez. Éste lo abrió, lo leyó y se lo devolvió al hombrecillo gris. “En pie!”, gritó otro tipo que estaba al lado del juez vestido de uniforme. De repente, otro hombre_ en el sur siempre son hombres, las mujeres cocinan y hacen caridad_ cruzó corriendo la sala, se acercó al juez Rossmond de West Virginia zafándose del hombre del uniforme que intentó placarle y le susurró algo al oído. El juez le miró, puso cara de pocos amigos y, con resignación, dijo entre dientes “estos yankees siempre entrometiéndose…”. Acto seguido, golpeó con su martillo de madera en el estrado. “Horatio Beetle, queda usted en libertad sin cargos”.
El hombre recién liberado no esperó a las palmaditas en la espalda, ni a los comentarios de la audiencia o a los flashes de las cámaras de los reporteros de “Peterstown Herald” y de “Peterstown Journalist”. Salió corriendo de la corte como alma que lleva el diablo, fue a la comisaría, agarró su bicicleta, que no era suya, pero como si lo fuera, y pedaleó al máximo ritmo que le permitía su corazón. No se paró a preguntar por el señor X o por lo que le habría sucedido a Harry, que, por otra parte, era obvio. No le importaba nada excepto salir de aquel pueblo lo antes posible. Ni siquiera se despidió de Tommy Dole, una pena, pero así fue…
A toda velocidad, sumando sus pedaladas y la inercia de una cuesta abajo, cruzó un pequeño bosque sin reparar en lo bonito que era. Siguió corriendo, cruzó Union y se metió de lleno en el Bosque Nacional Jefferson. Muy cansado, paró y se sentó en una roca. Era maravilloso aquel bosque, normal que lo hubieran nombrado parque natural protegido, porque algo tan excepcional como eso hay que cuidarlo de la “asfaltización”. Se respiraba paz en su más amplio sentido, una paz reconstituyente. Qué bien y qué tranquilos debieron vivir allí los indios americanos antes de que llegara la “civilización” a romperles las pelotas!! La brisa bañaba su pelo y el silencio era intenso, tan solo roto por el ruido de las hojas al chocar unas con otras y por el canto de los pájaros. Sintió algo parecido a un susurro y notó la presencia de alguien allí cerca de él. Giró su cabeza y vio un tronco hueco que aún se mantenía erguido. Era como si ese tronco le estuviera llamando con la música que se producía por el pasar del viento entre sus agujeros. Horatio se levantó, se acercó al tronco, puso una mano sobre él y rápidamente supo lo que allí estaba sucediendo.
_ Eres Tú, verdad??_ dijo, tembloroso_ “toda la vida buscándote en iglesias y resulta que te encuentro en el lugar más insospechado… Supongo que no se trata de que yo te busque sino de que Tú quieras ser encontrado… A tu alrededor todo es paz y armonía y no me siento nada ridículo hablando con un tronco. Tú ya lo sabes, pero quiero decirte que siempre he intentado ser un buen hombre, que he querido y quiero a los míos y que me esforzado por querer también a los que no eran míos. Estoy aquí en este parque y no sé por qué, Salí de casa aquella noche y aún no sé para qué, pero salí, y he descubierto muchas cosas en este viaje. Siempre pensé que vivía en un lugar seguro y bueno, pero he descubierto que es peor que todos esos sitios que nos dijeron eran malísimos y todo porque aquí nos creemos poseedores de tu salvación, elegidos por Ti… Estoy convencido de que si volvieras a ser humano y vinieras a los Estados Unidos, te crucificaríamos de nuevo… …por comunista seguramente… Quiero agradecerte la vida que me regalaste. Ha sido una vida plena: me casé, tuve hijos, tuve amigos… pero creo que ya no quiero más. En estos días he conocido, cara a cara, el egoísmo y la indiferencia y puede que hagan que germine en mí algo que nunca hubo como el odio y no quiero nada de eso. Quiero sentir esta paz y esta libertad por toda la eternidad, así que, Señor Jesús, llévame contigo!
Sabes? Ahora sé muchas cosas que no sabía y que sembrarán sin duda alguna la intranquilidad en mí: Sé que nadie es lo que parece, que los decentes y rectos esconden hipocresía y depravación, que muchos buenos sufren por causa de las reglas interesadas de unos pocos malos, sé que la vida que diste no vale nada frente al maldito dinero, que la palabra o los sentimientos del corazón no significan nada… … sé que el sexo por el sexo, sin amor ni sentimiento, te vacía y deshumaniza… Y sí, sentí placer con aquella mujer, no lo niego, pero también sentí la irracionalidad correr por mi cuerpo. Ahora sé que todo es por y para el dinero, que éste mueve el mundo, un mundo que excluye a personas maduras como yo…
Y qué decir de mi esposa…! Mi esposa, la dulce y buena Sarah… Dios santo, pero si conmigo parece la abuela de Caperucita Roja…! No podría seguir viviendo con ella, no podría mirarle a los ojos… Ahora sé que tiene un Leroy, Mike el jardinero, que viene a casa todos los martes y jueves tan solo cuando yo no estoy… ….ahora ato cabos… No quiero vivir en un mundo así, en un lugar donde a mis cincuenta y pocos años he de esconderme para tomarme un trago de bourbon, donde hay que fingir felicidad para poder relacionarte socialmente, donde se desprecia al desconocido… No quiero vivir en un mundo lleno de hipocresía y de miedo… Señor Jesús, llévame ahora contigo, líbrame de este infierno que hemos creado, líbrame de vivir entre hienas… …”
Horatio se tumbó en el suelo a los pies de su tronco y cerró los ojos. La brisa volvió a soplar suavemente y, acariciando su cara, se llevó su alma, dejando un cuerpo inerte con una sonrisa dibujada en su rostro.

lunes, 5 de abril de 2010

Un paseo por el sur (parte IV)

Afortunadamente, el bus de línea salió rápido y no hubo que lamentar. La primera parada, Blowingrock, fue desechada por la cercanía con Lenoir. Jefferson, Independence, Troutdale, ninguna parada apagaba el miedo del hombre. La siguiente, Atkins, sería la suya, entre otras cosas porque su billete no daba para más.
En esta parte del mundo, en América del Norte, como supongo que sucede en otros muchos sitios, todo cambia en pocas horas. Es eso que llaman “vida” o, en otros ámbitos, “los caminos inescrutables del Señor”. Cuando uno cree que está seguro, de repente y por un gesto insignificante que hizo sin pensar en ello, se encuentra en un lio imposible de deshacer que le conduce de cabeza al fondo del pozo. Y es algo imprevisible, no hay manera de huir de ello. Se pone un pie en la calle, se cruza con una persona con la que comparte algunas palabras e incluso fluidos, y resulta que esa persona es la locura personificada que te destroza la vida, más aún si esa persona es la esposa de un juez sumido en el odio por los cuernos o dice la famosa y temible frase “ya le llamará mi abogado…”. Horatio no podía creer lo que le estaba pasando, él, un contribuyente honrado que siempre observó las leyes humanas y divinas, estaba buscado, nada más y nada menos, por violación. El sentimiento de desasosiego fue máximo al darse cuenta de que el país en el que vivía no era el país en el que creía que vivía. Los Estados Unidos de Norteamérica era un lugar donde la ley se ponía al servicio de los caprichos de una ninfomaníaca, donde los negros aún debían servidumbre a sus amos blancos si no querían una vida de delitos e inyección letal, y donde, lo peor de todo, en Virginia, las mujeres, no eran virginales ni vestían de época, qué decepción!!
Desde su cómoda y sencilla vida en Jacksonville todo parecía distinto, ordenado y coherente con el sentir de la bandera que habla de trabajo y orgullo, de obediencia a Dios y amor a la patria. En el camino, a pie de obra, las barras y estrellas significan “cuidado, no te conozco y estoy armado”, y lo mejor que se puede hacer es recurrir a los despreciados por la sociedad porque son los únicos que, por vivir alejados del materialismo, aún conservan algo de caridad en sus corazones.
Horatio supo el gran abismo que hay entre le teoría y práctica, que el orden teórico que se vende desde las instituciones por medio de la prensa y la televisión no tienen absolutamente nada que ver con el desorden real de las calles, que si necesitaba ayuda no debería acudir a ninguna iglesia de decentes amantes de la patria sino a cualquier esquina donde hubiera un borracho o una fulana. Lo que aprendió fue nuevo para él, pero no para la Historia. Jesucristo ya supo eso mucho antes que Horatio y, siendo hombre, ya acudió a los desvalidos y desheredados antes que a los fieles religiosos. Bien sabía Él que ésos no eran de fiar y que era mucho mejor tenerlos lo más lejos posible. Tan bien lo sabía que, de hecho, fueron ellos los que lo organizaron todo para matarle. Al caminante podría sucederle exactamente lo mismo si seguía creyendo que los rectos y decentes le ayudarían. Podría topar con algún militante de un grupo armado de los que se organizan en las iglesias bautistas que le llenara el pecho de plomo por ser un individuo peligroso para el modo de vida americano, y este tipo de muerte, ni es dulce ni salada ni nada. Así que, con este nuevo saber en su mente y siendo un gran amante de la integridad de su pecho, en Atkins, Horatio buscó personas fuera del orden establecido, que no sólo estaba convencido que le ayudarían ahora que estaba sin blanca de nuevo, sino que también podrían contarle historias trepidantes para su disfrute. Allí mismo, muy cerca de donde estaba, en la estación de buses donde se bajó, encontró a Harry H. Bell, indigente de manual (barba espesa desarreglada, macuto gigante al hombro y uñas negras como el petróleo) que vagaba de aquí para allá como polizón en buses y trenes.
_Buenas tardes! Soy Horatio Beetle. Podría hablar con usted?
_ No será uno de esos predicadores que buscan redimir almas perdidas?
_ No… …nada de eso… …creo que yo estoy más perdido que usted…
_ Eso téngalo por seguro, amigo, porque yo no estoy perdido, nunca he estado más hallado que ahora! Harry H. Bell, un placer!
_ Igualmente! Y la H.? No será de Horatio? Sería el primero que me encuentro con mi mismo nombre…
_ No! Harry, es de Harry.
_ Harry? Harry Harry Bell?
_ Eso es! El padre de mi padre se llamaba Harry. El padre de mi madre también… Harry Harry!
_ Original… Mire, me encantaría seguir charlando con usted antes de ir al grano pero no puedo… …la necesidad me apremia… Qué hace usted para conseguir comida?
_ Vaya…! Afeitado, limpio… …no parece un tipo de ésos… Comida dice… la cojo sin más…
_ Dónde?
_ Basura, amigo! Con la comida que hay en las basuras americanas se podría hacer de África un continente de obesos… Y no solamente eso… Yo, de la basura como, me visto y saco utensilios que me son de gran utilidad como camas, sillas, esta cuchara…
_ Podría cenar con usted hoy?
_ Por supuesto! Es más, le invito con honores de jefe de estado!
En poco menos de dos horas consiguieron reunir alimento para ellos dos, cortesía de un local de comida rápida cercano a la estación. Tan solo hubo que esperar a poco antes del cierre, que era cuando tiraban todo lo que los clientes habían dejado en sus bandejas. El menú fue variado, dentro de las posibilidades que ofrece este tipo de negocio, que coinciden con las posibilidades que ofrece la cocina americana_ qué suerte hubieran tenido los dos hombres de haber transcurrido esta historia en España!_, hamburguesas mordisqueadas, patatas, restos de ensalada, helados… No era lo más sano, pero cuando no hay dónde elegir, no se puede reprochar nada, así que esa noche llenaron el estómago, que era lo realmente importante.
Terminado el banquete gratis, el indigente Harry Harry sacó un saquito de cuero lleno de tabaco y lió un cigarro. Era un tipo con recursos. Recogía colillas del suelo y sacaba el poco tabaco que les quedaba. Luego, lo juntaba todo y lo picaba en un viejo molinillo de café que encontró en un contenedor de basura en Alburquerque para quitarle la sequedad. De esta manera podía fumar después de cada comida que hacía. Horatio también fumó y aunque no era fumador habitual_ un puro de vez en cuando_ aquel pitillo que Harry lió para él le supo a gloria bendita allí tumbado bajo un manto de estrellas, sintiéndose verdaderamente libre por primera vez en mucho tiempo, justo como ese cowboy de Marlboro que encendía el cigarro a lomos de su caballo y a los pies de un lago precioso y tranquilo en las montañas rocosas.
En poco tiempo al lado del indigente, Horatio aprendió más que en todos los días que llevaba caminando solo y pensó que era el tipo de hombre con el que merece la pena conversar y escuchar, así que inició la conversación.
_ Y cuál es tu historia, Harry?
_ Ufff…! Demasiado larga… pero yo no tengo prisa… Tú?
_ Ninguna!
_ Pues ahí va! Aunque parezca mentira, todo lo que te voy a decir es rigurosamente verdad. No creas que soy uno de esos “sintecho” que han perdido el juicio por estar solos… Mira, aquí donde me ves, soy un mago de las finanzas. Primero de mi promoción en Harvard, no me faltaron empresas en las que trabajar una vez me hube doctorado. Grande millonarios me invitaban a cenar y me sentaban a sus mesas con sus familias. Es una práctica habitual. Quieren saber de primera mano qué clase hombre eres. No quieren muchachos sanos y educados, con vocación o principios morales. Quieren hienas!! Muestras tu ambición desmedida, tu ausencia de moralidad y tu predisposición para la agresividad y los puestos de ayudante de dirección te llueven torrencialmente!!. Elegí un banco. Está bien ser el director de una multinacional de mil millones de dólares, pero si eres el director del banco que la financia serás el jefe del jefe. Subí como la espuma. El primer año, dupliqué los beneficios anuales. El segundo, los tripliqué. El tercero ya formaba parte del consejo de administración y era rico. Pasé a mover dinero de grandes inversores. Ya te digo que era un mago!! Me daban diez millones y devolvía quince en un año!! Me convertí en el hombre al que todos querían tener cerca, el rey Midas de la banca americana. Créeme o no, pero yo he desayunado caviar durante años, he vivido años en la suite presidencial del Waldorf Astoria de Nueva York, he conducido Ferraris y Rolls, he tenido un avión a mi disposición, me he acostado con las mejores mujeres que puedas imaginar, he vestido los trajes más caros, me he bañado en champán francés, he parado una Super Bowl porque tenía que ir a mear… …todo a base de destrozar familias… Y los inversores querían más y más, y para satisfacerles no vale con ser un hijo de puta sin escrúpulos, has de ser un hijo de puta sin escrúpulos sanguinario. Amigo Horatio, los jeques árabes no tienen límites. Te puedo decir que ellos son los dueños de este país porque tipos como yo y políticos como los que tenemos lo hemos posibilitado. Tuve que traspasar la frontera y meter los pies de lleno en el lodo más asqueroso y oscuro: armas, droga, tráfico de personas, petróleo… Todo, escúchame bien, todo sucede por algo, y ese algo es dinero para los ricos. Yo organicé ventas de armas a grupos terroristas anticomunistas, medié en la sombra para promover guerras para nuestro gobierno y sus amigos, promoví golpes de estado en Sudamérica… Tú sabes, supongo, que estados Unidos no puede sobrevivir sin mantener al menos una guerra activa…
_ Y eso cómo puede ser?
_ Arabia Saudí y los judíos controlan los bancos, que a su vez, financian a la industria armamentística americana, que a su vez, hace donativos para llevar a este o al otro a la casa blanca para que haga una guerra donde sea y ellos puedan tener beneficios con los que devolver el dinero con intereses a los bancos. Sin guerra, no hay beneficios y sin éstos, no hay devolución y sin ésta, no hay intereses… Si los bancos no ganan dinero, sus dueños retirarán sus activos en los demás sectores productivos y hundirán esta país…
_ Joder!! Has dicho algo de tráfico de personas…?
_ Ah si…! Simplemente dinero, más dinero… Verás, la inmigración es mano de obra barata, esclavos… o pensabas que hoy en día eso ya no existía?? Todo el mundo conoce los movimientos migratorios desde el sur de América hacia el norte, pero nadie conoce los movimientos que hay desde el norte de África, del Magreb, hacia Oriente Próximo y Medio. Las refinerías requieren esclavos para que los árabes y unos cuantos americanos ganen dinero. Esos “éxodos” se regulan y se negocian.
_ Vamos, que se pagan…
_ Tú lo has dicho… hay que pagar al gobierno “donante” y todo se organiza desde nuestros rascacielos… Eres de los que creen que el norte es mejor que el sur? No lo hagas porque eso es mentira. No es mejor ni peor, simplemente es igual. Aquí un paleto te puede pegar un tiro en la cabeza con su escopeta de cañones recortados. Allí, un paleto con traje y corbata te puede matar de hambre si no pagas…
_ Me estás asustando…
_ Lo imagino… pero sigo con mi historia. Todo aquello me empezó a afectar. Casi no dormía, tenía unas pesadillas horribles y estaba perdiendo a mi propia familia. Decidí abandonar, dejarlo, salir del negocio. La respuesta fue una bala en la cabeza de mi esposa, una bala en la cabeza de mi hija mayor Laura y una soga al cuello de mi hija menor Rose…
_ Dios santo!! Quién? Por qué?
_ Ya he respondido a esas preguntas…
_ Y cómo lograste escapar??
_ Un abogado me ayudó a fingir mi propia muerte a cambio de que le dejara en testamento mi fortuna. Intenté volarme la tapa de los sesos un par de veces, pero no tuve valor y accedí al trato. Puedes decir que estás hablando con un muerto oficial.
_ Y me cuentas esto a mí que me acabas de conocer?? No temes que alguien descubra el engaño?
_ Se lo he contado a medio estado y nadie me cree… Tú, de hacerlo, serías el primero…
Harry aún tuvo un último gesto hacia Horatio prestándole una cama vieja que escondía bajo un arbusto. Era cómoda, al menos mucho más que el suelo, pero no pudo pegar ojo. No sé si le creyó o no y si esto fue la causa del desvelo, epro lo que sí sé es que Horatio mantuvo una actividad cerebral fuera de lo habitual que mantuvo sus párpados por encima de sus ojos hasta el amanecer. Todo lo que Harry dijo era sorprendente, pero no dejaba de tener algo de sentido. Una cosa estaba clara (y lo sigue estando) y era nadie amasa fortunas ingentes sin pisar el terreno de lo ilegal y que ese hombre bien podría haber hecho lo que dijo que hizo porque hay legiones de lacayos dispuestos a matar por un puñado de dólares, o por muchos puñados. Seguramente el indigente hubiera mentido, no en lo que dijo, que puede que ese tipo de prácticas sea una realidad espantosa, sino en que fuera él mismo el que llevara a cabo esas prácticas. Era un hombre solitario y pobre que buscaba algo de protagonismo y de ahí que soltara por la boca todo lo que soltó. Pero, y si era verdad? Y si estuvo hablando con la mano ejecutora de los desmanes ambiciosos de un ricachón americano y sus amigos saudíes? Y si, efectivamente, los americanos de a pie, no eran más que marionetas en manos de cuatro señores que los usaban para engordar sus ya gordas cuentas bancarias? Había cierto sentido en todo aquello. Venía a explicar lo que muchos americanos se preguntan de por qué se tiene tanta manga ancha con los judíos y el por qué no refinan el petróleo los trabajadores americanos de las empresas que lo explotan, a muchos padres de familia les vendría muy bien un empleo así aunque fuera a quince mil millas… Era un comecocos.
Cansado de dar vueltas y vueltas sobre el mismo tema y de estar tumbado en el catre, se levantó y repuso la cama en su lugar. Buscó por los alrededores a su nuevo amigo. No le encontró, de hecho, no le volvería a ver nunca más. En cambio, encontró una bicicleta en buen estado. Quizá fuera otro regalo de Harry, quizá fuera propiedad de un niño del lugar que, confiado, la hubiera dejado allí la tarde anterior, quizá Dios Padre se la hubiera mandado como mandó el maná a los judíos a la salido de Egipto… Sopesó todas las posibilidades antes de cogerla y todas le agradaban porque todas justificaban el usarla. Y cuando digo todas, digo todas, incluso la del niño, porque sí, era un hurto, pero seguro que el niño, de haber sido esta la posibilidad, era el hijo de algún vecino que le hubiera negado la ayuda en el caso de habérsela solicitado, así que, que se jodiera si no encontraba su bicicleta. Además, hurtar a un insolidario es menos delito, al menos eso fue lo que pensó Horatio.