Casa Blanca, Washington D.C.
_ Secretarios de estado, consejeros míos, amigos… _ dice el presidente desde su sillón presidencial en el despacho oval _ Tengo a la clase empresarial subida a mis espaldas exigiéndome medidas que “estimulen” sus negocios… …más ventas, más ayudas políticas, más producción… …siempre quieren más, todos queremos siempre más! No debemos olvidar que ellos nos pusieron aquí, que ellos pagaron nuestro triunfo… Así que, justo es que hagamos aquello que esperan de nosotros, porque si a los empresarios les va bien, a la gente le irá bien, al país le irá bien. Tengo los oídos bien abiertos. Os escucho. Hablad!
Todos los asistentes a la reunión agachan sus cabezas y hunden sus narices en manojos de papeles manoseados y escritos por las dos caras. Leen, releen, pasan hojas con ansiedad. Su presidente, El Presidente ha expresado un deseo, una necesidad y esas personas estrujan sus cerebros de Yale para satisfacerle como enanos en alguna corte europea de la Edad Media. Ése es su fin, su meta, su objetivo final para el que se han estado preparando largos años de estudios. “Es agradable servir al emperador” piensan con una sonrisa en la boca.
Un joven sentado en la tercera fila de sillas, enfundado en un traje caro, elegante pero dejando ver su desparpajo juvenil en el primer botón de su camisa desabrochado, se levanta y pide la palabra.
_ Señor presidente, Ross Bolton, de la oficina del director para asuntos internos federales.
_ Dígame, hijo, qué tiene esa oficina para mi? _ pregunta el presidente con desconfianza.
_ Señor, Comandante, hace meses que desarrollamos un plan, un proyecto, en colaboración con el consorcio de transportes y las oficinas de relaciones públicas de nuestros municipios. Es un proyecto ambicioso que requerirá fondos…
_Hijo, hijo… No ha empezado a hablar y ya me está pidiendo dinero? _ comenta el Comandante arrancando una sonrisa a los más veteranos de la sala.
_ Señor, disculpe, señor! La gente. El contribuyente, el ciudadano es nuestro objetivo. En ajedrez, delante de las autoridades, del rey, están los peones, peones a los que se maneja y se sacrifica según las necesidades de su señor y siempre al amparo del triunfo, del bien de la corte. Nuestro proyecto se basa en convertir a los ciudadanos en peones de la corte. Es por el bien de la nación, así que lo entenderán.
_ Pero no se calle!! Continúe por favor!
_ Verá, señor, el ocio sabemos que genera beneficios a algunos de nuestros amigos, pero es una realidad que también hace disminuir la capacidad de producción del trabajador porque ese ocio está ligado al despreciable alcohol. Hemos de, no eliminar el ocio, sino generar otro tipo de ocio más adecuado para nuestra gente. Pensamos en la oficina que el nuevo ocio deberá ser el descanso en silencio: qué mejor cosa que llegar a casa después de un duro día de trabajo y estirar las piernas en el hogar viendo el partido del lunes noche!! Se impone la necesidad de extender el amor por el silencio y no hay manera mejor de generar amor desde el odio a su opuesto. Tendremos que aumentar los decibelios en las ciudades y en los entornos del trabajo hasta límites agobiantes, desquiciantes, para que cada trabajador valore lo bueno que es el silencio, el descanso que supone.
Una vez conseguido esto, se tenderá a buscar lugares de residencia silenciosos, lugares que nosotros proporcionaremos, claro está. Zonas residenciales silenciosas donde los niños jueguen en paz en sus jardines delanteros, lejos del bullicio urbano. Para apuntalar la nueva decisión de nuestras gentes de mudarse, se fomentará la delincuencia en las grandes urbes. No, no se asusten, es un mal menor, créanme. La cuidad será para los negros e hispanos y sus bandas armadas de jóvenes criminales. Los blancos vivirán al margen de todos ellos, lejos de ellos. No duden en que todos terminarán por mudarse.
_ Y por qué tanto empeño en desplazar a nuestros blancos? _ pregunta un señor viejo sentado al lado del presidente, un tipo al que nadie conoce muy bien y que nadie sabe a qué se dedica realmente.
_ Ya lo he dicho. Las zonas residenciales estarán lejos, muy lejos de los centros de trabajo ubicados en la cuidad, obligando a los trabajadores a desplazarse. El desplazamiento será el caldo de cultivo óptimo para nuestro propósito. Nos esforzaremos en construir autopistas que unan los hogares con la cuidad, autopistas de calidad, amplias. Igualmente tendremos que ofertar un deficiente transporte público, y caro. Haremos del coche una necesidad primaria, con lo que, dicho sea de paso, estaremos ayudando al mercado automovilístico. Sí, no me miren así, hay un truco… Las autopistas, aunque amplias y buenas, no serán nunca suficientes para tragar millones y millones de coches diariamente. Inevitablemente, habrá atascos, embotellamientos, tapones, llámenlos como quieran. Se llamen como se llamen, nos darán los peones que necesitamos.
_ Explíqueme cómo?
_ Evitando que se comuniquen entre ellos fuera del trabajo. La comunicación entre iguales es peligrosa, muy peligrosa diría yo. Cuando lo hacen, cuando hablan, terminan cogiendo confianza y cuando hay confianza se atreven a criticar aquello que detestan o aquello que les oprime, pudiendo encontrar opiniones similares y dando pie a colectivos díscolos. Si no tienen confianza los unos en los otros, cuando hablan, lo hacen del tiempo o del partido de hockey de la noche anterior, de temas inocuos. Con el proyecto de mi oficina, garantizamos que la comunicación íntima terminará porque no tendrán contacto suficiente como para entablar relaciones de amistad: viven en casas unifamiliares; en el trabajo, trabajan; y entre la casa y el trabajo, atascos donde viajan solos en sus coches, dos horas mínimo al día, ida y vuelta… Los que opten por el transporte colectivo caerán antes en la red, simplemente porque estarán más tiempo en el desplazamiento: unos se dormirán, otros escucharán música, algunos, los menos, leerán algo, si es algún periódico mejor, que lean lo que nosotros queremos que lean… En fin, que no habrá escapatoria para nadie decente y con poder adquisitivo. Por cierto, muy importante es gastar algo de dinero en potenciar el desarrollo de nuevas tecnologías que aíslen más que los que tenemos actualmente, equipos diminutos pero potentes de música, computadoras portátiles, quizá unos teléfonos que se puedan llevar en los bolsillos y que estén al alcance de todos… no sé, cualquier cosa que les permita hablar con conocidos lejanos pero que les impida comunicarse con los de su alrededor.
_ Nos está usted diciendo que un simple atasco ayudará a nuestro desarrollo? _ pregunta el presidente entre asombrado y dubitativo.
_ Exactamente! Atascos monumentales que aíslen y fomenten la docilidad de las personas. Retrasos salvajes en los trenes que desesperen a los muertos y que hagan desaparecer cualquier resquicio de humanidad y sensibilidad.
_ Pero no siempre habrá atascos, digo yo… _ Indica hábilmente el viejo de la derecha.
_ Se provocarán. Averías, obras públicas, fallos informáticos, cosas que todo el mundo ve como posibles, inevitables, imprevisibles. Uno viaja en carretera y ve un camión averiado en medio de la calzada y piensa “vaya, siempre se rompen en los peores sitios…”, pero nunca se pregunta por qué; con las obras, todos suponen que se hacen para mejorar algo o para arreglar algo, pero nadie se interesa en qué se va a mejorar o qué está roto; y los fallos informáticos, qué decir de ellos!! Una mañana cualquiera, sin saber cómo o por qué, las computadoras se apagan y, aunque hemos vivido cientos de años sin ellos, el pueblo va aceptando que dependemos de ellos.
_ Me preocupa que se den cuenta… _ interviene el secretario para asuntos sociales.
_ No lo harán. Otorgaremos muchísima importancia a cosas absurdas para que se distraigan con ellas pensando que se interesan por lo que realmente importa. Deportes, inmigración, la abeja asesina africana que ataca el sur de Florida, temas así… La televisión juega a nuestro favor en esto.
_ Y su oficina cree en la eficiencia total y absoluta del su proyecto?
_ Por supuesto!! El tráfico es nuestra más potente arma, será el medio de desarrollo del mercado que hace posible que el gran sueño americano.
_ Bien, joven _ de nuevo el viejo de la derecha que, curiosamente, está a la derecha de la derecha_ ha solucionado usted el problema de la producción. Ahora los hombres producen y descansan para producir, producen y descansan para producir… Contésteme, cuando compran? Consumo!!
_ Dios mío, señores…! Ya son peones!! Comprarán cuando nosotros les digamos que compren… es decir, siempre. Piénsenlo, qué harán con sus salarios personas aisladas y aburridas? Gastar! Comprar tonterías, cualquier cosa absurda e innecesaria que satisfaga por un momento sus egos maltrechos. Nosotros ayudaremos, claro… En las zonas residenciales no podrá faltar un gran centro comercial, o dos, que tengan de todo, alimentos, ropa, cines, restaurantes, juegos, de todo… Dónde creen ustedes que irán los sábados en la mañana?
Todo esto sin dejar de lado la tan rentable política del miedo que, con nuestro proyecto B, saldrá reforzada: negros, hispanos, comunistas, terroristas… todos ellos queriendo desestabilizar la armoniosa y silenciosa vida de nuestros americanos de bien.
Señores, no le den más vueltas, no hay que buscar fórmulas complejas o abarrotar el sistema de burócratas tejiendo una tela de araña imposible de deshacer… Un atasco alienante hace más que los cuatro mejores economistas de Manhattan pensando en un plan de desarrollo de la producción. Un simple atasco de unos cuantas millas, cada día, en soledad, hacen que el hombre sienta su pequeñez frente al mundo que le rodea, le hace sentir impotente, incapaz, ignorante… …hunde su autoestima hasta el punto de convertirlo en un peón, en un chimpancé, autoestima que, de vez en cuando, le subiremos a golpe de patriotismo para que dos o tres veces al año se sientan orgullosos de pertenecer a esta gran nación. Después de esto, vuelta a la rutina, al atasco, al retraso del tren, a la soledad, a la conversación del tiempo…
El proyecto Bussines funciona. Mi oficina les pone el mundo en las manos por un pellizco en los presupuestos y aún están dudando?? Dudó Mr. Roosvelt al enviar a miles de nuestros muchachos a esas playas francesas? Dudó Mr. Nixon en limpiar nuestra sociedad de rojos subversivos? No dude usted, señor, sea nuestro Comandante en Jefe y potencie nuestro sistema hasta llevarnos de la mano a ser el mayor imperio que jamás haya visto la Tierra, a un imperio que dure mil años… No dude y la historia recordará al Presidente Ronald Reagan como el mejor y más patriota americano!!
_ Me gusta cómo suena eso, hijo… _dice el presidente_ querrá usted dirigir el proyecto desde la secretaría de estado, junto al fiel Alex Haig?
_ Por supuesto, señor!! Es un honor servir a la Patria!.
_ Secretarios de estado, consejeros míos, amigos… _ dice el presidente desde su sillón presidencial en el despacho oval _ Tengo a la clase empresarial subida a mis espaldas exigiéndome medidas que “estimulen” sus negocios… …más ventas, más ayudas políticas, más producción… …siempre quieren más, todos queremos siempre más! No debemos olvidar que ellos nos pusieron aquí, que ellos pagaron nuestro triunfo… Así que, justo es que hagamos aquello que esperan de nosotros, porque si a los empresarios les va bien, a la gente le irá bien, al país le irá bien. Tengo los oídos bien abiertos. Os escucho. Hablad!
Todos los asistentes a la reunión agachan sus cabezas y hunden sus narices en manojos de papeles manoseados y escritos por las dos caras. Leen, releen, pasan hojas con ansiedad. Su presidente, El Presidente ha expresado un deseo, una necesidad y esas personas estrujan sus cerebros de Yale para satisfacerle como enanos en alguna corte europea de la Edad Media. Ése es su fin, su meta, su objetivo final para el que se han estado preparando largos años de estudios. “Es agradable servir al emperador” piensan con una sonrisa en la boca.
Un joven sentado en la tercera fila de sillas, enfundado en un traje caro, elegante pero dejando ver su desparpajo juvenil en el primer botón de su camisa desabrochado, se levanta y pide la palabra.
_ Señor presidente, Ross Bolton, de la oficina del director para asuntos internos federales.
_ Dígame, hijo, qué tiene esa oficina para mi? _ pregunta el presidente con desconfianza.
_ Señor, Comandante, hace meses que desarrollamos un plan, un proyecto, en colaboración con el consorcio de transportes y las oficinas de relaciones públicas de nuestros municipios. Es un proyecto ambicioso que requerirá fondos…
_Hijo, hijo… No ha empezado a hablar y ya me está pidiendo dinero? _ comenta el Comandante arrancando una sonrisa a los más veteranos de la sala.
_ Señor, disculpe, señor! La gente. El contribuyente, el ciudadano es nuestro objetivo. En ajedrez, delante de las autoridades, del rey, están los peones, peones a los que se maneja y se sacrifica según las necesidades de su señor y siempre al amparo del triunfo, del bien de la corte. Nuestro proyecto se basa en convertir a los ciudadanos en peones de la corte. Es por el bien de la nación, así que lo entenderán.
_ Pero no se calle!! Continúe por favor!
_ Verá, señor, el ocio sabemos que genera beneficios a algunos de nuestros amigos, pero es una realidad que también hace disminuir la capacidad de producción del trabajador porque ese ocio está ligado al despreciable alcohol. Hemos de, no eliminar el ocio, sino generar otro tipo de ocio más adecuado para nuestra gente. Pensamos en la oficina que el nuevo ocio deberá ser el descanso en silencio: qué mejor cosa que llegar a casa después de un duro día de trabajo y estirar las piernas en el hogar viendo el partido del lunes noche!! Se impone la necesidad de extender el amor por el silencio y no hay manera mejor de generar amor desde el odio a su opuesto. Tendremos que aumentar los decibelios en las ciudades y en los entornos del trabajo hasta límites agobiantes, desquiciantes, para que cada trabajador valore lo bueno que es el silencio, el descanso que supone.
Una vez conseguido esto, se tenderá a buscar lugares de residencia silenciosos, lugares que nosotros proporcionaremos, claro está. Zonas residenciales silenciosas donde los niños jueguen en paz en sus jardines delanteros, lejos del bullicio urbano. Para apuntalar la nueva decisión de nuestras gentes de mudarse, se fomentará la delincuencia en las grandes urbes. No, no se asusten, es un mal menor, créanme. La cuidad será para los negros e hispanos y sus bandas armadas de jóvenes criminales. Los blancos vivirán al margen de todos ellos, lejos de ellos. No duden en que todos terminarán por mudarse.
_ Y por qué tanto empeño en desplazar a nuestros blancos? _ pregunta un señor viejo sentado al lado del presidente, un tipo al que nadie conoce muy bien y que nadie sabe a qué se dedica realmente.
_ Ya lo he dicho. Las zonas residenciales estarán lejos, muy lejos de los centros de trabajo ubicados en la cuidad, obligando a los trabajadores a desplazarse. El desplazamiento será el caldo de cultivo óptimo para nuestro propósito. Nos esforzaremos en construir autopistas que unan los hogares con la cuidad, autopistas de calidad, amplias. Igualmente tendremos que ofertar un deficiente transporte público, y caro. Haremos del coche una necesidad primaria, con lo que, dicho sea de paso, estaremos ayudando al mercado automovilístico. Sí, no me miren así, hay un truco… Las autopistas, aunque amplias y buenas, no serán nunca suficientes para tragar millones y millones de coches diariamente. Inevitablemente, habrá atascos, embotellamientos, tapones, llámenlos como quieran. Se llamen como se llamen, nos darán los peones que necesitamos.
_ Explíqueme cómo?
_ Evitando que se comuniquen entre ellos fuera del trabajo. La comunicación entre iguales es peligrosa, muy peligrosa diría yo. Cuando lo hacen, cuando hablan, terminan cogiendo confianza y cuando hay confianza se atreven a criticar aquello que detestan o aquello que les oprime, pudiendo encontrar opiniones similares y dando pie a colectivos díscolos. Si no tienen confianza los unos en los otros, cuando hablan, lo hacen del tiempo o del partido de hockey de la noche anterior, de temas inocuos. Con el proyecto de mi oficina, garantizamos que la comunicación íntima terminará porque no tendrán contacto suficiente como para entablar relaciones de amistad: viven en casas unifamiliares; en el trabajo, trabajan; y entre la casa y el trabajo, atascos donde viajan solos en sus coches, dos horas mínimo al día, ida y vuelta… Los que opten por el transporte colectivo caerán antes en la red, simplemente porque estarán más tiempo en el desplazamiento: unos se dormirán, otros escucharán música, algunos, los menos, leerán algo, si es algún periódico mejor, que lean lo que nosotros queremos que lean… En fin, que no habrá escapatoria para nadie decente y con poder adquisitivo. Por cierto, muy importante es gastar algo de dinero en potenciar el desarrollo de nuevas tecnologías que aíslen más que los que tenemos actualmente, equipos diminutos pero potentes de música, computadoras portátiles, quizá unos teléfonos que se puedan llevar en los bolsillos y que estén al alcance de todos… no sé, cualquier cosa que les permita hablar con conocidos lejanos pero que les impida comunicarse con los de su alrededor.
_ Nos está usted diciendo que un simple atasco ayudará a nuestro desarrollo? _ pregunta el presidente entre asombrado y dubitativo.
_ Exactamente! Atascos monumentales que aíslen y fomenten la docilidad de las personas. Retrasos salvajes en los trenes que desesperen a los muertos y que hagan desaparecer cualquier resquicio de humanidad y sensibilidad.
_ Pero no siempre habrá atascos, digo yo… _ Indica hábilmente el viejo de la derecha.
_ Se provocarán. Averías, obras públicas, fallos informáticos, cosas que todo el mundo ve como posibles, inevitables, imprevisibles. Uno viaja en carretera y ve un camión averiado en medio de la calzada y piensa “vaya, siempre se rompen en los peores sitios…”, pero nunca se pregunta por qué; con las obras, todos suponen que se hacen para mejorar algo o para arreglar algo, pero nadie se interesa en qué se va a mejorar o qué está roto; y los fallos informáticos, qué decir de ellos!! Una mañana cualquiera, sin saber cómo o por qué, las computadoras se apagan y, aunque hemos vivido cientos de años sin ellos, el pueblo va aceptando que dependemos de ellos.
_ Me preocupa que se den cuenta… _ interviene el secretario para asuntos sociales.
_ No lo harán. Otorgaremos muchísima importancia a cosas absurdas para que se distraigan con ellas pensando que se interesan por lo que realmente importa. Deportes, inmigración, la abeja asesina africana que ataca el sur de Florida, temas así… La televisión juega a nuestro favor en esto.
_ Y su oficina cree en la eficiencia total y absoluta del su proyecto?
_ Por supuesto!! El tráfico es nuestra más potente arma, será el medio de desarrollo del mercado que hace posible que el gran sueño americano.
_ Bien, joven _ de nuevo el viejo de la derecha que, curiosamente, está a la derecha de la derecha_ ha solucionado usted el problema de la producción. Ahora los hombres producen y descansan para producir, producen y descansan para producir… Contésteme, cuando compran? Consumo!!
_ Dios mío, señores…! Ya son peones!! Comprarán cuando nosotros les digamos que compren… es decir, siempre. Piénsenlo, qué harán con sus salarios personas aisladas y aburridas? Gastar! Comprar tonterías, cualquier cosa absurda e innecesaria que satisfaga por un momento sus egos maltrechos. Nosotros ayudaremos, claro… En las zonas residenciales no podrá faltar un gran centro comercial, o dos, que tengan de todo, alimentos, ropa, cines, restaurantes, juegos, de todo… Dónde creen ustedes que irán los sábados en la mañana?
Todo esto sin dejar de lado la tan rentable política del miedo que, con nuestro proyecto B, saldrá reforzada: negros, hispanos, comunistas, terroristas… todos ellos queriendo desestabilizar la armoniosa y silenciosa vida de nuestros americanos de bien.
Señores, no le den más vueltas, no hay que buscar fórmulas complejas o abarrotar el sistema de burócratas tejiendo una tela de araña imposible de deshacer… Un atasco alienante hace más que los cuatro mejores economistas de Manhattan pensando en un plan de desarrollo de la producción. Un simple atasco de unos cuantas millas, cada día, en soledad, hacen que el hombre sienta su pequeñez frente al mundo que le rodea, le hace sentir impotente, incapaz, ignorante… …hunde su autoestima hasta el punto de convertirlo en un peón, en un chimpancé, autoestima que, de vez en cuando, le subiremos a golpe de patriotismo para que dos o tres veces al año se sientan orgullosos de pertenecer a esta gran nación. Después de esto, vuelta a la rutina, al atasco, al retraso del tren, a la soledad, a la conversación del tiempo…
El proyecto Bussines funciona. Mi oficina les pone el mundo en las manos por un pellizco en los presupuestos y aún están dudando?? Dudó Mr. Roosvelt al enviar a miles de nuestros muchachos a esas playas francesas? Dudó Mr. Nixon en limpiar nuestra sociedad de rojos subversivos? No dude usted, señor, sea nuestro Comandante en Jefe y potencie nuestro sistema hasta llevarnos de la mano a ser el mayor imperio que jamás haya visto la Tierra, a un imperio que dure mil años… No dude y la historia recordará al Presidente Ronald Reagan como el mejor y más patriota americano!!
_ Me gusta cómo suena eso, hijo… _dice el presidente_ querrá usted dirigir el proyecto desde la secretaría de estado, junto al fiel Alex Haig?
_ Por supuesto, señor!! Es un honor servir a la Patria!.